¿Qué carajos hace el PP intentando llegar a un acuerdo con quienes pretenden destruir España? Sólo hace tal cosa el que se le ocurrió asar la manteca…

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CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN

Pues sí, insisto: sólo se le ocurre pactar con quienes quieren destruir España, tratar de lograr sus apoyos para formar gobierno o cosas por el estilo al que se le ocurrió asar la manteca.

Cuando uno habla con algún extranjero respecto de la «democracia a la española», del sistema político español, respecto de la ley electoral, de los partidos políticos, de cómo han sido los diversos gobiernos que se han sucedido en España en los últimos 50 años y cómo han conseguido los diversos presidentes el apoyo del Congreso de los Diputados, por lo general acaba afirmando que, sin duda alguna, «Spain ist different».

De veras que hay que ser un estúpido, un malvado o ambas cosas al mismo tiempo para permitir que partidos políticos que pretenden romper España, destruirla, que han llegado al extremo de intentar separarse de forma violenta, mediante un golpe de estado sigan siendo «partidos legales», con representación en las instituciones a escala municipal, regional y nacional (también en el Parlamento Europeo). De veras que, salvo que se sea cómplice de quienes pretenden destruir España y la Monarquía Parlamentaria, no hay cabeza humana que pueda explicar tal insensatez. Claro que, quienes así actúan, da igual si es gente del PSOE como del PP en la actualidad al fin y al cabo se comportan de manera «coherente»; sí su conducta está en coherencia con su comportamiento de casi medio siglo.

Fueron aquellos a los que se denominan «padres de la Constitución» (miembros muchos de ellos del PSOE y del PP) los que pusieron en marcha todo el tinglado, fueron ello quienes programaron a manera de una bomba de relojería, con efecto retardado, el suicidio colectivo de España como nación; y como se recolecta lo que se siembra, aquellos barros estos lodos. Fueron ellos los que hicieron un diagnóstico falso de la situación y propusieron falsas soluciones a problemas entonces inexistentes. Fueron ellos los que crearon de facto el nacionalismo, la semilla del separatismo; fueron ellos los que, innecesariamente crearon el maravilloso invento del «estado de las autonomías». Fueron ellos los que crearon el monstruo -de 17 extremidades- lo amamantaron y lo cebaron, hasta que finalmente acabó siendo incontrolable.

De veras que «Spain ist different»; lo que en cualquier lugar de nuestro entorno cultural, civilizatorio, es considerado ilegal (caso de Portugal y de Francia, por poner el ejemplo de los países europeos más cercanos), aquí es considerado normal, admisible y hasta enriquecedor, positivo, beneficioso… y se financia de forma generosa, de manera entusiasta, con esplendidez. De verdad hay que ser un lumbreras para tolerar, permitir que te agreda sistemáticamente quien, sin rodeos ni circunloquios te viene anunciando que pretende agredirte, destruirte… y para recochineo presentar como signo de progreso las acciones que se emprenden en la dirección de financiarlo, alentarlo, darle publicidad en todos lados. Ya digo, presentar como signo de modernidad el apoyo al enemigo interno.

España es diferente, «Spain is different!» tal como decía el eslogan de los años 60 del siglo pasado, con la intención de promocionar la «marca España» en aquellos tiempos de aislamiento internacional.

Sin duda, España es diferente. Se ha llegado a tal situación que una multitud de españoles hasta reniega del vocablo «España» y utiliza multitud de eufemismos, con tal de evitar llamar a nuestra nación por su nombre, el más estúpido a la vez que común es el eufemismo «estepaís» que, se repite hasta el hartazgo, hasta aburrir, sea por boca de los políticos profesionales (especialmente los nacionalistas de las diversas taifas hispánicas), por boca de sindicalistas, por boca de tertulianos, aduladores, trovadores de toda clase y condición, y hasta por boca del común de los españoles.

España, la patria común de todos los españoles, es una Nación que existe desde hace muchos siglos (aunque algunos historiadores no se pongan de acuerdo respecto de cuándo comienza la andadura de España como Nación) y sin embargo son también legión los que, influidos por los nacionalistas y separatistas de las diversas taifas, y las gentes que se hacen llamar de izquierdas no paran de cuestionar todo lo que a nuestra nación haga referencia, sea su bandera, sea su himno, sea su lengua, la lengua común de todos los españoles, sean sus señas de identidad, sea su Historia (Historia de la que si de otra nación se tratara es seguro que se sentirían orgullosos, la ensalzarían y se jactarían, sin lugar a dudas); e incluso son también legión los que van más allá y consideran que España y los españoles debemos avergonzarnos, pedir perdón y una enorme cantidad de cuestiones más, por todo lo que hicieron –o dejaron de hacer- nuestros antepasados, pues al parecer de todos los que abominan de España y cuanto sea calificable de español, no hay nada que celebrar ni de lo que sentirse orgullosos, pues nuestros antepasados más o menos cercanos, fueron poco menos que lo más malvado que ha parido madre, una raza maldita, los culpables de todo lo malo de este mundo, pretérito, presente y tal vez por venir, y por supuesto los españoles no hemos hecho otra cosa que causar sufrimientos terribles, tragedias, genocidios a otros pueblos del orbe.

A algunos poco les falta para decir que mejor sería inmolarse, que seguro que el resto de los habitantes del planeta nos lo agradecería… por supuesto, además consideran que tenemos contraída una «deuda histórica» de la que a su parecer debemos hacernos responsables los españoles actuales.

Inmersos en esa vorágine, en ese torbellino autodestructivo, si algo ha caído en desgracia es hablar de España como Patria pues, los que reniegan de España consideran que hablar de ello es propio de nostálgicos del régimen franquista, y quien tenga la osadía de usar tal palabra será corrido a gorrazos y linchado públicamente, o condenado al ostracismo, al suicidio civil. Claro que si se usa por parte de los caciques y oligarcas de las diversas taifas entonces sí está permitido y es signo de progreso. Llama la atención que muchos de ellos hablen de «Barcelona en común», o «Madrid en común», pongo por caso, pero nunca hablan de «ESPAÑA EN COMÚN».

¿Qué tiene de malo afirmar que España es una realidad histórica; una entidad, verdadera, cierta, incuestionable; por qué hay que negar lo evidente?

Somos muchos los españoles que no tememos complejos, no pedimos perdón ni nos avergonzamos de decir alto y claro que para que España salga de su actual situación de postración, tiene que ser liberada de quienes pretenden destruirla; somos muchos los que pensamos que esta tarea pasa por desbaratar el llamado «estado de las autonomías» y re-centralizar todas las competencias que fueron transferidas en las últimas décadas a los gobiernos regionales, especialmente lo que concierne a la enseñanza, la sanidad y la justicia. 

Recuperar la Unidad de España pasa necesariamente por recuperar el Estado Unitario, recuperar la Unidad de Mercado, crear una sola oficina de contratos y compras de bienes y servicios (eliminando las 17 de las 17 taifas regionales y limitando la capacidad de contratación y compra de los ayuntamientos y siempre bajo la supervisión de la oficina central) pues ese es el único camino que conduce a hincarle el diente al principal problema que ocupa y preocupa a los españoles: la corrupción, que no solo es material, o política, también ha derivado en corrupción moral y eso es lo más preocupante sin lugar a dudas. La recuperación de la Unidad de España exige también regenerar la Justicia, lo cual pasa porque se implante, también, una estricta separación de poderes y que todos los españoles, independientemente de su nacimiento, vecindad, sexo, u otra circunstancia personal volvamos a ser iguales en derechos y obligaciones, iguales ante la ley. 

¿Qué tiene de malo afirmar que España es una realidad plural debido a los individuos, a las clases sociales, y a los grupos que la integran, y que todos esos ingredientes son enriquecedores? ¿Qué tiene de malo afirmar que los españoles somos tal cual somos, con nuestros defectos y nuestras virtudes, con nuestras riquezas y nuestras carencias, con todo lo que hemos sido capaces de lograr y con todo lo que aún deberíamos intentar conseguir?

Hablar de todo ello no tiene por qué ser interpretado como una actitud nostálgica, o algo rancio, anacrónico, «cosas del pasado», sino de elevación de la autoestima y la autoeficacia, y del logro de la excelencia moral y en todos los ámbitos de la vida.

Los partidos socialdemócratas y comunistas, con la complicidad entusiasta de la derecha boba, y especialmente el Partido Popular, después de años de reabrir heridas, aprovechando la ignorancia de muchos de nuestros ciudadanos, y sembrar odio en nombre de una sectaria memoria histórica (también la llaman «memoria democrática»), adoctrinando en los centros de estudio y remachando en las televisiones, han logrado que incluso los más jóvenes asocien la unidad y la grandeza de España a las tinieblas de un pasado carca, rancio, autoritario, opresor y fascista. Y, «casualmente» una gran parte de esos ideólogos resentidos, antifranquistas sobrevenidos, que se identifican, más de 80 años después, con los perdedores de la Guerra Civil, son descendientes, hijos y nietos de significados dirigentes del franquismo. 

Hablar de conseguir una España Libre es hablar de liberar a España de la situación de sojuzgamiento, de servidumbres indeseables a las que está sometida España, y lo estamos todos los españoles; es hablar de que los españoles cojamos las riendas de nuestros destinos, de nuestras vidas, sin tutelas de clase alguna, como personas adultas, que optan, deciden, actúan y se hacen responsables de sus actos.

Y antes de finalizar, permítaseme recordar que para que España sea una Nación Libre y Unida es imprescindible acabar con las múltiples formas de clientelismo, parasitismo, y etc. existentes en todos los ámbitos del régimen oligárquico caciquil, y darle prioridad a la capacidad y el mérito, frente a la mediocridad reinante; y por supuesto, acabar con los aforamientos y con las jugosas subvenciones que reciben los partidos, sindicatos y «ongs» diversas procedentes del erario público, del dinero que sale de los bolsillos de los contribuyentes.

¿Acaso lo deseable es que los españoles estemos desunidos, pequeños y sometidos?

Pues bien, tal vez ha llegado la oportunidad de que quien estos momentos está al frente del PP exponga ante el Congreso de los Diputado, ante los españoles, cuál es su proyecto de gobierno, si es que lo tiene, para emprender la regeneración de la que España está necesitada, empezando por desmantelar todo lo que perjudicial para España ha sembrado el gobierno de coalición de socialistas, comunistas, etarras y separatistas pues, salvo sorpresas, Núñez Feijoo no será investido e iremos a nuevas elecciones más pronto que tarde. Claro que es posible (en tal caso con la complicidad de Don Felipe VI) que Pedro Sánchez y sus secuaces vuelvan a repetir en el Gobierno de España y en tal caso, más le valdría que empiece a pensar en refundar y reunificar a la derecha, dejando a un lado su afán de ser más izquierdista que quienes se hacen llamar progresistas, sus complejos, su cobardía… si su pretensión es la que proclama de «desmontar el sanchismo», y si no se siente capaz, mejor que se eche a un lado…

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